07 diciembre, 2004

Ya no se abarroten, ok??? No quería tantas ideas para el nombre de la comu, jajaja ya le puse:
MyGoGoLSimS :D ñam, ñam... pa'ke vean ke si hay !!! Y ahora si, les pego a continuación el cuento-novela-fragmento-chulada de mi inspiración, jajajaja !

LA ROSA ENAMORADA.

Se ensalivó los dedos y se frotó el lóbulo de cada oreja:
- Ahora si, esta es la buena.

Lleva tres años intentando que el hijo del carnicero se fije en ella, en su atractiva figura, y hace apenas un mes, encontró un libro interesantísimo:
?Cómo ligar en tan sólo cuatro semanas?.

Así que, pondría en práctica todo lo que vio en el libro; no iba a ser fácil, por lo que pondría mucho cuidado en seguir paso a paso todos los métodos que para ese momento ya se había aprendido.

Desde No olvide llevar una gran sonrisa en su rostro, eso siempre seduce a los hombres.

¡Claro! El autor del libro no contaba con que ella y su chimuela boca no se iban a detener por unos cuantos dientes amarillos y dos o tres ausentes, mucho no se iban a notar.

Tal era su gusto por el carnicero Junior, que estaba dispuesta a todo; y ya había comenzado.

Primero, se cambió el color del cabello, pues tal como señalaba su librito: La imagen es muy importante, hay que cuidar hasta el último detalle.

Además, el mantra que debía repetir cada día de las cuatro semanas, era sencillo y claro:
?Estoy preparada para enamorar a Nombre de la Persona que se Desea, para que cubra mis carencias y yo sea su máximo amor y su más fiel seguidora. Tal como me lo propongo, así lo conseguiré.

¡Vaya frase! Cada mañana, luego de tomarse un té de manzanilla con canela -si, como lo decía el libro- recitaba de memoria su letanía. Y terminando se ponía frente al espejo y se decía: faltan diez días para que caigas junior, ya verás cuanto te voy a amar.

Después se iba al mercado y de pasada con su madrina la nerviosa. Pero, ¡ah, cómo la quería!. Siempre apoyándose la una en la otra. Cuando se le terminaba la canela, le pedía a su madrina unos palitos, pero nunca le decía para qué los usaba en realidad, pues la señora se podría poner de nervios, y luego tendría que pasarse toda la tarde cuidándola, y eso le quitaba tiempo para hacer su ronda por la carnicería.

La parte más importante del día era cuando la madrina se paraba de la mesa y empezaba a buscar qué preparar de comer, y por supuesto, la ahijada se acomedía a ir por la carne cada mañana, o salir a comprar cualquier cosa, siempre y cuando se tuviera que pasar por la ?empresa de la carne?, operada por su amorcito.

Aquél día era muy especial, precisamente porque ya había terminado de leer y era tiempo de poner en práctica lo aprendido.

La técnica del primer día se refería al contacto visual:
Acérquese a una distancia considerable del sujeto, esto para conseguir entrar en su campo visual. Sucede que uno termina acostumbrándose a aceptar lo que ve constantemente.

Si ya había dejado todo preparado desde la noche anterior, no había de qué preocuparse; ya tenía asegurado el permiso de un granjero cercano a su casa para pasar y recoger lodo del chiquero, así como ?otras infusiones? necesarias para reafirmar su belleza, entre otros, miel de abeja y caca de caballo? que se ponía en el cabello para lucir pelirroja. Ella no iba a reparar en gastos. ¡Claro que no!. Es su amor el que está en juego y todo lo haría calculadamente.

Le amaneció a la misma hora de siempre, se levantó y fue al baño, se quitó la mascarilla de miel, se remendó la boca con lipstick y se fue a preparar el té con canela.

Tomó el libro de la mesita de la cocina y se puso a repasar ideas; viendo las páginas centrales con figuras de amorosas parejas, en su mente también aparecían imágenes donde se fundía en apasionados besos con el hijo del carnicero; a partir de entonces, estaba segura, se lo iba a ir ligando poco a poco.

Se bebió el té y procedió a recitar:
?Estoy preparada para enamorar a Nombre de la Persona que se Desea, para que cubra mis carencias y yo sea su máximo amor y su más fiel seguidora. Tal como me lo propongo, así lo conseguiré.?

Salió de la casa con rumbo a la carnicería; se sentía segura, bella, sabía que olía bien, su cabello se veía perfecto, recién peinado, rociado con limón y apenas untado de ?hena?, la tarde anterior.

Todo iba de maravilla, excepto por los cinco minutos de retraso por haberse detenido a platicar con una vecina que se atravesó en el camino; el junior era el que abría la carnicería todos los días.

A medida que se acercaba al lugar, su corazón aceleraba más y más, su mente iba a estallar de tanto repetir: Junior, Junior, Junior.
Llegó y Junior apenas estaba levantando la cortina para abrir? ella se sonrió; todo eso ya lo había calculado, así que se quedó ahí parada en la esquina, a media cuadra de él; tenía dominio del campo visual.

Le vio todo lo que alcanzaba? sus pies siempre bien enfundados en botas vaqueras, su pantalón vaquero negro, bien apretadito, que enmarcaba muy bien sus buenas piernas, y un torso guardado dentro de una playera blanca sin mangas y bien embarradita, lo que hacía notar sus pectorales. Y su rostro, perfil aguileño, ojos negros pispiretos, mentón amplio, orejas grandes? boca grandota y una frente amplia, cubierta por un ricito que siempre se escapaba del resto de su melena negra.

Lo vio y lo vio, no dejaba? no podía terminar de verlo? no había nadie en la calle, así que era un buen momento para acercarse a saludarlo; se encaminó, cuando vio del otro lado por aquella esquina que venía caminando una microfaldita verde con las piernas de la más guapa de la colonia adentro.

No era posible, ella no le iba a robar su día; paró en seco a cuatro casas del comercio y se esperó a que saliera la otra mujer. Pasaron minutos y nada? a la vuelta de la calle se alcanzaban a ver dos señoras, cada una con su bolsa para el mandado; también entraron en la carnicería.

Dos minutos y salieron, pero la otra muchacha seguía adentro; decidió regresar a la esquina del principio, tomando nota de cada detalle. Vio entrar y salir a casi todas las vecinas, pero a la muchacha, no.

Todo era muy raro. Se había bloqueado y no sabía cómo salir de la situación. Sonaron las cuatro de la tarde y hasta que le dio hambre se acordó en dónde estaba y a qué iba? pero en todo ese tiempo, la microfalda verde no se había visto salir.

En ese momento, luego de tanta espera vio salir a la guapa y al junior.
¡Es qué van juntos! Y además, como si estuvieran pegados. No, no? Trató de mantener el control, trató de no ponerse a gritar. Pensó, pensó. Pensó rápido y decidió ir a saludarlos para calcular de qué se trataba.

Pero, ¿cómo les hablaría? ¿Y si no le decían nada? Tendría que arriesgarse.

Se encaminó hacia ellos, que estaban a punto de besarse, cuando les dio las buenas tardes, para luego preguntar por la familia. La pareja le respondió levemente; luego surgió un breve silencio y enseguida el junior le preguntó también por la madrina; no había más de qué hablar, hasta que la mujer que iba con el junior preguntó si no la iba a presentar.

Hicieron las debidas presentaciones, con el único detalle de que el junior presentó a la microfalda verde con piernas, como la futura madre de su chamaco.

La noticia, por supuesto, hizo añicos el corazón, las ilusiones y los esfuerzos de la Rosa Enamorada; todo roto de un solo tirón. Apenas y logró despedirse de los otros dos y se fue. Andando.

Desde ese momento se declaraba oficialmente la mujer más triste del mundo. Caminaba como autómata. Recordaba cada sonrisa que antaño le había ofrecido el junior, como la vez que dijo: ¡Tavía no te compones los de masticar, mi Rosa! Así no vas a conseguir galán.

Pensó en mandarse arreglar la dentadura, tal vezmente eso sería lo indicado; pero no, el brillo de sus ojos había desaparecido después de saberse vencida por una patiflaca cualquiera.

Ya no se arreglaba el cabello ni se ponía sus plastas de menjurjes en la cara; ni salía más que a lo indispensable, cabizbaja. Tampoco respondía los saludos; la madrina era la que le llevaba de comer cada tercer día y así duró cerca de un año.
Poco a poco iba sacando su resistencia a aceptar la pérdida, pero seguía sumida; el único sillón de toda la casa ya tenía la huella profunda de la soledad en Rosa.

A veces iba a visitarla una señora, la que se sabía todos los chismes del lugar; y muy de vez en cuando, el chalán del junior le dejaba ?un cuarto de molida?, que le hacía llegar la madrina.

Tal chamaco era su única fuente de información importante, el tema favorito: El junior de la carnicería. El único día que ella no pidió ni un solo informe sobre el amor de su vida, ese día le dijo el informante que había un nuevo ayudante.

Como el sarcasmo era lo que la mantenía firme en la vida, se reía para sus adentros, como diciendo: ¿y a mí qué me importan los ayudantes? Si yo al que quiero es al junior.

Sin embargo, muy a su pesar, era bastante el tiempo que se ponía a pensar y pensar, y no poco lo que le dedicaba a dirigir barbaridades para echarle cualquier culpa al nuevo ayudante.

Aleccionada en esa práctica, un día se le confundieron los maldecires, pero los decía tan convencida, como si fuera un rezo; empezaba el maldecir solo en la mente, y como a las cuatro de la tarde era más que un murmullo, para luego crecer y escucharlo en su propia voz, culminando siempre en un solo grito.

Cuando cayó en la cuenta de la maledicencia al revés, ya era tarde como para convencerse de lo contrario. Después de todo, esa noche pensó por primera vez en mucho tiempo, en algo diferente al Junior.

Su mente revuelta había comenzado a idear tal proyecto para buscar enamorar al ayudante del junior y así, darle una cucharada de su propio chocolate...

Al amanecer, rebuscó menjurjes y botellas, preparó todo para darse su tratamiento de belleza y se puso a trabajar en ella. Tan concentrada y renovada se sentía, que se le había olvidado cerrar las puertas de una vitrina, y cuando iba pasando, con la cara embadurnada y probando un nuevo paso sensual... pin, pum, pas ¡! ¡se cayó!
Tremendo ranazo que se acomodó. Se levantó rapidísimo y ni lo sintió. Es más, ni lloró ni coraje le dio. Estaba saboreando el efecto de su plan, y apenas todo empezaba; salió en busca de su amiga la de la estética para que le dijera secretos del maquillaje y peinado.

Regresó muy mona, por supuesto, y en eso se acordó que no se había bañado. ¡¡Qué tropiezo!! Pero ya no había marcha atrás. Se frotó poco de almizcle, poco de canela, toda bien aromatizada.

No sabía ni cómo era el hombre en cuestión, pero ya tenía todo controlado; desde el buenos días, hasta cómo lo iba a besar.

Salió de la casa, apretando las nalguitas al caminar y ahí va. Se ensalivó los dedos y se frotó el lóbulo de cada oreja. Había cambiado:
- Ahora sí, ésta es la buena.


FIN.

MI HEROE:
Agustín. (quien me conoce, ya sabe a quien admiro).

C'est Finie?? Oui.

No hay comentarios.: